martes, 8 de mayo de 2012

El chip, capítulo décimo cuarto

El chip


Capítulo décimo cuarto.

Un flamante Ferrari rojo acaba de pasar por el control de un gran palacio en las afueras de Berlín, día nublado, un jardín perfectamente cuidado, hasta el más mínimo detalle, el camino hasta la casa totalmente empedrado, nada de asfalto a la vista, todo el trayecto rodeado de frondosos árboles que lo reciben como si de un verde túnel se tratara, imagen preciosa, el contraste del verde con el rojo en el centro sobre las marrones y brillantes piedras del camino, al final del trayecto es recibido con la majestuosidad de una gran palacio de tres plantas y por lo menos 15 ventanas por planta, enfrente de la entrada una gran placeta adornada con una gran fuente de cinco piletas en el centro, la caída del agua chocando contra el agua de la pileta de más abajo le pone música al recibimiento.

El Ferrari aparca justo delante la entrada donde le espera el mayordomo vestido de blanco y le acompaña hacia el interior. Una iluminada entrada con la iluminación de unos grandes ventanales y una gran escalera de divorciados en el centro (llámese escalera de divorciados a la escalera que empieza con una sola escalera y luego se divide en dos). El mayordomo acompaña al viajero a una sala que tiene justo a la derecha, rodeando y adornando el portal dos grandes colmillos de elefante, colmillos que llegan hasta la parte superior de la puerta.

El mayordomo abre la puerta y una gran librería aparece rodeando todas las paredes, la estancia es bastante grande y a simple vista miles de libros en sus baldas se pueden contar. En el centro una mesa de madera muy bien lacada con incrustaciones de marfil formando lindos dibujos sobre toda la superficie. Justo detrás una gran silla y al otro lado dos sillones. El mayordomo le dice al visitante que espere, sentado si quiera, que en unos minutos vendrá el Sr.

El visitante se sienta, pero no puede dejar de admirar la enorme cantidad de libros que en las estanterías se posan por lo que al poco tiempo de estar sentado no puede resistirse y se levanta para ver que tipo de libros tiene el Sr. de la casa, puede comprobar que los libros son bastante antiguos, el primero que coge constata en la parte inferior la fecha de edición de mil setecientos cuarenta y ocho, casi se le cae de las manos, pero de emoción. El tener libros de estos entra las manos no se pude todos los días, si bien no es por falta de dinero, que de eso tiene, sino por de interés en general, pero al verlos allí le ha emocionado. Sigue ojeando los títulos y las fechas y se da cuenta de que la colección en sí es muy valiosa y que cualquier coleccionista pagaría una gran fortuna por ella, como la que seguramente pagó su dueño.


Tan ensimismado con los libros estaba que se sobre saltó cuando escuchó el ruido de la puerta, un señor muy bien trajeado, con gafas, calvo, de unos metro ochenta de alto y uso 60 y algo más de edad.

Por favor, siéntese y hablemos. Voy a ir al grano, usted es forma parte de los privilegiados que no llevamos chip, también al ser parte de este grupo sabe que no podemos eliminar a los que no lo llevan directamente y usted se dedica a este oficio, bastante bien pagado por cierto. Sabe que últimamente hay grandes desavenencias entre las familias y que hay que acabar con ello.

En este sobre hay sus honorarios, la mitad ahora y el resto al finalizar el servicio, también hay los nombres de quien va a ser su trabajo. El como es cosa suya, el cuando también, pero cuanto antes mejor. Por la policía no se preocupe, está completamente controlada, pero si hay algún accidente tanto mejor, las carreteras, los aviones, los yates son aparatos muy peligrosos....

Al cabo de un rato el Ferrari va camino de la puerta de control, pisando las marrones y brillantes piedras, dejando atrás la maravillosa fuente de cinco piletas tocando la música al caer de las gotas sobre el agua, el trino de los pájaros en los verdes frondosos árboles. La gran puerta metálica se abre sola sin que nadie le haga preguntas y sale a la calle para seguir su camino hacia alguna parte que solo el visitante conoce. El rugir del motor se hace sentir al acelerar, un inconfundible y exclusivo sonido que sólo los Ferraris tienen, es si sello de identidad, al igual que el “Cavalino rampante” que en sus morros lleva.

En pocos segundos alejándose se pierde de vista y el motor se deja de oír...

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